Más allá de la frontera…
Katiuska
Villegas Balza, nació en Guanare, Estado Portuguesa, y decide entrar en la Congregación
de Misioneras de María Inmaculada (Madre Laura) iniciando las etapas de formación.
Ella
nos comparte su experiencia de Pre- noviciado
Con
mucho anhelo y entusiasmo, inicié el proceso de formación y discernimiento
vocacional, dispuesta a encontrar las herramientas adecuadas para ir
clarificando mi opción vocacional hacia la vida misionera.
Como
Aspirante, acompañé el día a día de las hermanas misioneras en las diferentes
comunidades con las que trabajan en Venezuela, allí fortalecí la alegría y me entusiasmé
mucho más por este seguimiento a Jesús.
Primer año de Pre- noviciado lo inicié en San José del Guaviare- Colombia, en una experiencia interprovincial,
propuesta por las hermanas de la Provincia de Bogotá, dentro de todo el proceso
de Revitalización – Reestructuración que lleva la Congregación, experiencia que
ha estado marcada por una formación
abierta, dinámica y en inserción, el trabajo pastoral en las comunidades indígenas
del Guaviare, fue una bella oportunidad para fortalecerme vocacionalmente, ya que
la experiencia ha sido novedosa,
interesante y llena de muchas vivencias.
Salir del país me ha
servido para ampliar mi conocimiento cultural, valorar y darle sentido a mi
vida y la vida de los demás.
Vivir en comunidad… ha
sido una experiencia bonita, fraterna, de familia, de escucha, respeto,
sinceridad, ayuda mutua, compromiso, y solidaridad….
El compartir con Monseñor
Francisco Nieto Sùa de la Diócesis del Guaviare, los sacerdotes, la comunidad
religiosa presente en esta Diócesis me permitió, valorar los diferentes
carismas y estilos de vida que se encuentran en la Iglesia, esto es una gran
riqueza, don del Espíritu.
La experiencia con el pueblo indígena Nukak, allí me impresionó la manera de recibirnos, de acogernos, la
apertura y el compartir por parte de la comunidad, su dulzura y ternura me
cautivo.
El compartir con los Tukano Oriental, fue un compartir
cercano, me enseñaron a valorar y a interesarme por saber más sobre la teología
India. Más que enseñar ellos me enseñaron, su identidad está bien definida, con
ellos disfrutamos de la simplicidad de
la vida, característica de este pueblo, el reír y valor la vida desde lo simple
del día a día, pero un tiempo cargado de mucho significado.
El pueblo indígena Jíw. En este
pueblo descubrí el valor del ser humano, la generosidad, la capacidad de diálogo
y apertura al otro, a pesar de la violencia en la que continuamente están sometidos,
son un pueblo atento, amable, capaz de
compartir lo que son y tienen con las hermanas y aquellos que llegamos con
respeto, allí aprendí que lo importante es no hacer juicio de las personas, pues
su carácter fuerte, inspira respeto y hasta temor, pero esto es tan solo una expresión
que han tenido que dejar imprimir en su rostro para resistir ante tanta
violencia y atropello. Este pueblo nos ha permitido escuchar, aprender el arte
de saber escucharlos y no llegar con la pretensión de que lo sabemos todo. Es
una tarea que debemos emprender para que estos pueblos nos conozcan.
Desafíos: si soy sensible ante el sufrimiento del pueblo, mi
compromiso es continuar abierta a mi formación, en actitud de escucha, perdón y
dialogo.
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