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21/3/14


ASAMBLEA PROVINCIAL - VENEZUELA 2014

 

Con mucha alegría y en un clima de oración y de deseo profundo de vivir este momento significativo de gran trascendencia a nivel Provincial, Congregacional iniciamos se hace  necesario fortalecernos en la experiencia de Dios, disponernos a estar abiertas a su  gracia, para ello queremos traer presente desde la espiritualidad del  pueblo  Guarani este símbolo religioso la  Kurusú Marangatú  la Cruz Sagrada. Significa nuestro cuerpo siempre ligado a lo trascendente, a lo divino, al ser superior. Ella representa los cuatro puntos cardinales, la universalidad  la creación y el  equilibrio de la tierra.

Para los Guaraní ella es señal de protección, no puede ser construida con cualquier madera, tiene que ser una madera especial, (sagrada) que es recogida del monte en un momento de oración. Quien usa esta cruz es el Ñanderu. (Líder religioso), no todo mundo puede tenerla. Ella es fuerza, es ligación con Tupã- Dios, El collar que es colocado en ella es defensa para las enfermedades o cualquier tipo de mal. En este momento pidamos la protección del Dios de la vida para que juntas continuemos el proceso de reestructuración que nos conducirá a la tierra sin males. “a otra Congregación, otro estilo de ser Lauritas hoy es posible”

 
Apreciadas Hermanas:
Sean todas Bienvenidas a esta Asamblea donde el Señor nos convoca  a la vida. Nos reunimos en su presencia,  que nos invita a la conversión, al cambio, a abrirnos a lo nuevo.  Son tiempos difíciles, para nuestro mundo, para la Iglesia, para nuestro  país, para la Congregación, para la provincia. Pero también son tiempos de gracia, de presencia del Espíritu…abramos nuestro corazón y escuchemos la voz del Señor donde la vida clama.
 Hoy estamos llamadas a ser: El pequeño resto. La vida religiosa se está convirtiendo en un “pequeño resto”. La era “del pequeño resto” provocaba en Israel una nueva experiencia de fidelidad a la Alianza. El pequeño número era el comienzo de algo nuevo en la historia de la salva­ción.

En el pueblo de Israel, la noción del pequeño resto se fue enriqueciendo a través de los siglos. Al principio, convertirse en “pequeño resto” era considerado como castigo de Dios, posteriormente el “pequeño resto” fue signo de una nueva esperanza. Se afirma frecuentemente que nuestra crisis de reducción numérica tiene que ser el co­mienzo de algo nuevo en la historia de la  Iglesia, de la Congregación. La crisis de reduc­ción, que estamos viviendo, nos invita a responder a los signos de los tiempos, cono­ciendo nuestra realidad social y eclesial y tratando de descubrir la voluntad de Dios.

 Estamos llamadas a ser signos más que líderes; ser servidoras sencillas y humildes, más que protagonistas de grandes eventos. En el pasado nuestra autoestima se ha nutrido de los  grandes éxitos que lográbamos. Ahora el no poder ac­tuar como antes nos desconcierta y nos pone a prueba. Ante esta situación caben dos reacciones: La reacción del desánimo, del desaliento o del voluntarismo y la reacción de la “esperanza creyente”. La espe­ranza exige aceptar nuestra de­bilidad y nues­tra fragilidad con serenidad y sin sentimientos de culpabili­dad, pero sin re­nunciar a nuestro profetismo, que es nota esencial de nues­tra consagración misionera. La minoría numérica tiene que ser una minoría pro­fética y significativa, no una minoría rutinaria y pasiva. No es lo mismo  ser una minoría o resto profético que convertirnos en un residuo.

 Por ello se nos ha invitado  a una  reestructuración, a  inaugurar una realidad nueva, que no sea un remiendo. Durante el camino hemos luchado contra toda tentación insatisfacción, de inseguridad, miedo o egoísmo, haciendo nuestra la pedagogía del misterio pascual: mo­rir a algo para resucitar a una vida nueva. Cristo resucitó muriendo y murió resucitando.  La muerte es el único camino hacia la resurrección. Las muertes que debemos hacer durante el proceso tienen que estar siempre iluminadas por las nuevas ilusiones de vida nueva que queremos conquistar.

Estamos convencidas que el  proceso de Restructuración  es una nueva llamada del Espíritu Santo que nos impulsa  a revisar nuestra vida consa­grada y nuestra misión en un mundo que cambia vertiginosamente. Este proceso está rompiendo muchas pasividades y mediocridades que existían entre nosotras. La rees­tructuración está siendo un nuevo Pentecostés, que nos purifica y fortalece. Creo que estamos a abriendo un nuevo capítulo en la historia de la Congregación; un capítulo con más esperanza y con ilusiones nuevas.

Desde el Concilio hasta ahora nuestra congregación ha dado pasos muy significativos y creativos en la adaptación de nuestra tarea evangelizadora  a las mayores urgencias actuales de la Iglesia.    

La misión es el eje sobre el cual gira nuestra vida consagrada y la realidad que da uni­dad a todas sus dimensiones. La misión es el principio unificador y la principal fuente de armonía personal y comunitaria. La misión es el cen­tro sobre el que hay que hacer girar todo el proceso de reorganización. La fidelidad a nuestra misión tiene que ser la razón y la meta de una reestructuración  auténtica. El Papa Francisco nos dice:

“A una Iglesia que vive encerrada en su comunidad, le pasa lo mismo que a una persona encerrada: se atrofia física y mentalmente. O se deteriora como un cuarto encerrado, donde se expande el moho y la hume­dad. A una Iglesia autorreferencial le sucede lo mismo que a una persona autorreferencial: se pone paranoica, autista. Es cierto que, si uno sale a la calle, le puede pasar lo que a cualquier hijo de vecino: accidentarse. Pero prefiero mil veces una Iglesia acci­dentada a una Iglesia enferma. En otras palabras, creo que una Iglesia que se reduce a lo administrativo, a conservar su pequeño rebaño, es una Iglesia que, a la larga, se enferma. El pastor que se encierra no es un auténtico pastor de ovejas, sino un “peinador” de ovejas, que se pasa haciéndole rulitos, en lugar de ir a buscar otras”.

Reestructurar es abrir nuevos horizontes a nuestra misión. No debemos dejar que el tiempo tome las decisiones, que debemos tomar nosotros ahora.El peligro está en resignarse a ser lo que somos y renunciar a la utopía de lo que pode­mos llegar a ser. Resistirse al cambio es luchar contra molinos de viento, perder la bata­lla del presente y apearse de un mundo que no está dispuesto a dejar de gi­rar. Consa­grarse a Dios no es huir ni escapar del mundo, sino situarse en el lugar más estratégico del mundo para poder im­pactarle con decisiones nuevas.

Las Lauritas  tenemos actualmente la tarea de buscar caminos para un futuro que no sea simplemente sobrevivencia, sino promesa de vida. La congregación será lo que no­sotros queramos que sea. Si no arriesgamos el futuro, no lo alcanzaremos y nos iremos haciendo conservadoras. El con­servador no tiene futuro; sólo pretende conservar lo que hay. El futuro no se es­pera, se crea. Quienes se contentan con esperar el futuro, no tie­nen futuro. Cuando el futuro no se crea en el presente, nace la angustia.
 
Por eso queridas Hermanas, vivamos este momento con profunda alegría, sabiéndonos asistidas por el Espíritu del Señor, dispuestas y abiertas a su acción,  para que juntas podamos  llevar adelante  este precioso Don que el Señor regaló    a  Laura Montoya y a las  Lauritas  de todos los tiempos y a la Iglesia. Hoy sus legado está en nuestras manos. Vamos a continuar dando vida, pero vida en abundancia. Continuemos llevando a cabo la realización de nuestro sueño: “Otra Congregación, otro estilo de ser Laurita hoy es posible.

 Pidamos  la intercesión amorosa de María, nuestra Madre de Coromoto y Santa Laura Montoya, y dispongámonos a vivir este momento. Nuevamente Bienvenidas.

 
 

1 comentario:

sinamaica dijo...

desde Sinamaica saludos a las hermanas: Esperanza,Rosa Ramirez y Yanez, Fanny, Chetini, Ligiay todas las otras hermanas les seguimos por el blog también celebramos la canonización de la madre Laura con una alegre eucaristía en el templo parroquial
Rafito y Neida

 

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