Iniciamos el año de la Vida Consagrada
La misiva también recuerda el
50 aniversario de la Constitución dogmática Lumen gentium sobre la
Iglesia y del Decreto Perfectae caritatis. Así, el Papa Francisco ha indicado
los objetivos reiterados para este año para los religiosos.
Pasado para mantener la
identidad
Para vivir plenamente año
de la Vida Consagrada, aseguró el Santo Padre, es necesario mirar el pasado
con gratitud, vivir el presente con pasión y abrazar con esperanza el futuro.
Francisco pidió a los
consagrados de tener en cuenta el pasado no para “hacer arqueología o cultivar
nostalgias inútiles” sino para “mantener viva la identidad” y fortalecer la
unidad.
El pasado también para salir
de “incoherencias, fruto de las debilidades humanas, a veces quizá también el
olvido de algunos aspectos esenciales del carisma”.
Presente para entender la
realidad del Evangelio
Observar el presente sirve
para entender el Evangelio para la vida y las elecciones de cada día. El
Pontífice explica: “Jesús nos pide actuar, vivir sus palabras”. Además, “el Año
de la Vida Consagrada nos interroga sobre la fidelidad a la misión que se
nos ha confiado”, para debatir si las obras cumplidas “responden a cuanto el
Espíritu ha pedido a nuestros fundadores”.
“Vivir el presente con pasión
-continuó- significa convertirse en expertos de comunión”. En en este
sentido, agregó: “en una sociedad del enfrentamiento, de la convivencia difícil
entre culturas diferentes, de la opresión sobre los más débiles, de las
desigualdades”, es importante ver “un modelo concreto de comunidad”
basado en “relaciones fraternas” respetando “la mística del encuentro”.
El Futuro está lleno de
obstáculos pero no desanimarse
En el realismo de Francisco
están los problemas que enfrenta la vida consagrada: “La disminución de las
vocaciones y el envejecimiento, los problemas económicos de la crisis
financiera mundial, la internacionalización y la globalización, el relativismo,
la marginación, la irrelevancia social…”
No obstante, pidió esperanza,
la cual ”no se funda en números u obras, sino en Aquel en el hemos puesto
nuestra confianza y para el que nada es imposible”.
El Pontífice recomienda “no
cedan ustedes a las tentaciones de los números y de la eficiencia, y menos aún
a la de confiar en las propias fuerzas”. En la carta el Papa pone su atención a
los jóvenes religiosos, que son el “presente”, porque pueden dar “una
contribución determinante con la frescura y la generosidad” de la vocación, y
proyectada al futuro porque “pronto ustedes están llamados a tomar en sus manos
la guía de la animación, de la formación, del servicio, de la misión”.
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