Nada en tus manos se vuelve todo
Con frecuencia, en estos años, los que precedieron
inmediatamente al comienzo de la Obra, tenía como especie de relámpagos o como
reflejos de algunas verdades que ya conocía y había meditado mucho, pero que con
estos como reflejos en el alma, se iban apoderando más y más de mí.
Los principales en el año de 1911, eran sobre la grandeza de
Dios, mi propia pequeñez y el valor de las almas. Éstos, como relámpagos, me
herían de tal suerte que el conocimiento informaba todos mis actos. Así escribí entonces,
después de uno de esos reflejos: ¡Dios es todo! ¡yo soy nada! ¡Las almas son
jardines de Dios en los cuales se recrea! Estas palabras eran como síntesis de
todo un mundo de sentimientos. Enseguida escribí:
Dios mío, las almas de los indios, regadas con la sangre
preciosa de Jesús, ¡sí que serán bellas! ¡Ay! Pero esa sangre no ha podido
llegar hasta ellos… Dios mío, os habéis atado las manos, esperando nuestra
cooperación, para salpicar esas bellas creaciones de vuestro poder amoroso con
la Sangre Redentora… ¡Déjame ir! Déjame ir, Dios mío y yo te abriré los canales
por donde esa sangre debe llegar a ellos, en los santos sacramentos.
¡De mi nada salga algo para tu gloria, por amor de tu nombre!
Si yo fuera un poco de barro, Dios mío, te diría que hicieras de mi un vaso que
se rompiera con un golpe de tu amor por darte gloria; si fuera un pedazo de
madera, te pediría que me hicieras puertecita de un sagrario; si lo fuera de
hierro te pediría pasar por el yunque y el martillo, para resultaruna llave del tabernáculo; si fuera oro te pediría que me
hicieras un cáliz de tu sangre preciosa; si fuera diamante, te pediría una
custodia para brillar alrededor de ti; si fuera un animalito te pediría ser del
pobre de la tierra que más te amara, pero como soy nada, pura nada, ¿qué he de
pedir? En el mundo no hay artífices de la nada; pero los libros santos dicen que
hiciste el cielo y la tierra de la nada. Soy pues, el elemento de tu arte, eres
el artífice de la nada. ¡Soy lo que buscas! ¡La nada en tus manos se vuelve
todo; cógeme pues, Señor, como el elemento de tu industria y has de mí un
monumento para tu gloria!
Tu Padre putativo, trabajaba la madera; tu Madre, el lino y
Tú, la nada. ¡Cante mi lengua las glorias del artífice de la nada!
Autobiografía – Santa Laura Montoya. (Pág.349)
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