El alfabeto de la vida comunitaria
AGRADECER a Dios el regalo de las personas con quienes convivimos.
BUSCAR el bien común por encima de los intereses personales.
CORREGIR con compasión al hermano que se equivoca.
DAR lo mejor de uno mismo, permaneciendo siempre disponible para el servicio.
ESTIMAR a los demás reconociendo sus capacidades.
FORTALECER la fe del decaído y animarlo en las motivaciones de vida comunitaria.
GANAR la confianza del hermano arrimando el hombro a llevar su carga.
HABLAR con sinceridad, sin zalamerías ni halagos, pero con amabilidad.
INTERCEDER por los otros a Dios antes que por los intereses propios.
JUNTARSE al que otros apartan o desprecian.
LEVANTAR al que ha tropezado o se ha hundido.
LLORAR con el que llora y cantar con el que está alegre.
MEDIAR entre los hermanos que no se comprenden.
NECESITAR de la mano del compañero sin complejos.
OLVIDAR el miedo a estar al servicio de los demás o a ser considerado el último de la comunidad.
PREOCUPARSE por el débil y el necesitado.
QUITAR los obstáculos de los prejuicios y tópicos.
RESPETAR las opiniones de los demás sin caer en la tolerancia tácita.
SALIR al encuentro del hermano: a su mentalidad, a sus necesidades.
TOLERAR los defectos y límites con buen humor.
UNIR con la concordia a los hermanos para así vivir en paz y armonía con todo el mundo.
VALORARSE con realismo sin considerarse más que los compañeros ni darse aires de importancia.
YUXTAPONERSE al lado de quien necesita un empujoncito.
ZANJAR las desavenencias y ofensas sin resentimientos ni remilgos.
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