LAURA
MONTOYA, PRIMERO SEGLAR, DESPUES RELIGIOSA.
“Somos hombres y
mujeres que compartimos una vocación
de servicio y
testimonio comunitario,
desde nuestras
familias, profesiones y cotidianidad”
Al
pensar en la santidad de Laura Montoya, corremos el riesgo de asumirla como una
monja de hábito gris o blanco que desgastó su vida por salvar las almas de
cientos y miles de indígenas en las selvas colombianas o latinoamericanas, que
tuvo un gran poder de convocatoria con un discurso y una obra convincente y
atractivo para docenas de jovencitas, que se sintieran atraídas por su obra
entre los mas abandonados de la sociedad, del Estado y de la Iglesia.
Pero
debemos tener en cuenta que Laura Montoya inició su peregrinar como una mujer
seglar, que animó a otras seglares, para atender las carencias espirituales de
los indígenas en Dabeiba. La maestra Laura abandonó todo y dio cumplimiento a
la sentencia divina de Jesús de que “quien no este dispuesto a abandonar su
familia y su tierra por seguirlo, no es digno de él.”, (Lc.14, 26) o aquella
otra donde asegura que “quien pone la mano sobre el arado y mira hacia atrás no
es bueno para el Reino de los Cielos” (Lc. 9,62).
Laura Montoya actuó sin temor a los paradigmas
sociales y religiosos de su época, sin temor a los peligros de la naturaleza en
lugares inhóspitos para los citadinos de entonces. Una seglar con el vigor
espiritual y la alegría en el alma, para llevar el evangelio con una tecnología
desconocida para aquellos indígenas. Sin muchos conocimientos teóricos de
arquitectura, ni medicina, ni comunicación social, ni, ni…, pero con una fé abrahanica.
Convencida de que Dios jamás la abandonaría en esta su empresa y que las
utilidades por su trabajo no las recibiría seguramente en este mundo, pero
sabiendo que se estaba acumulando un tesoro en el cielo.
La experiencia diaria y la inspiración divina le fueron aportando a Laura unas habilidades, cualidades y aptitudes privilegiadas para asumir su misión. Laura se destacó como insigne pedagoga y andragoga, para hacerles entender a tantos hombres, mujeres y niños, todos los beneficios de su gestión evangelizadora y protectora de las culturas autóctonas en las comunidades indígenas donde se involucraba, sin dañar sus valores; respetando sus creencias y ritos, pero con la suficiente habilidad para enseñarles como reconocer al verdadero Dios, al estilo de San Pablo en el areópago.
Además, teniendo ya lejano
en el tiempo y en la distancia, su experiencia con el hormiguero, Laura se
manifiesta como una ecologista insigne, a semejanza de San Francisco de Asís,
pero con una característica muy especial, y es que está de por medio una
alianza con el mismo Dios, para no agredir nunca las serpientes, ni que ellas le dañaran. Este
pacto, Laura lo hizo extensivo a todas las fieras y a la naturaleza plena, al
punto, que en un momento determinado, comprende plenamente que ante la falta de
capilla y de sagrario Dios puede ser adorado en la naturaleza viva; orientando
a sus compañeras en la oración activa y constante.
También
son admirables sus dotes de Psicóloga, Socióloga, entre tantas otras virtudes
que Nuestro Señor le concedió para que fuese su instrumento útil entre los que
nada sabían de Dios. Laura se manifiesta como una cristiana Seglar que no
necesitó un hábito, ni pertenecer a una congregación o grupo religioso para
aceptar el llamado divino y responder con un Sí confiado, al mejor estilo de
María Santísima. Laura Montoya se nos muestra como una persona sencilla, tan común
y corriente como le gustan a Dios para sus designios especiales.
Es un ejemplo de mujer luchadora, abnegada,
obediente a la jerarquía de la Iglesia de Cristo. Una seglar que se refugió
permanentemente en la oración para comprender y para cumplir la voluntad del
Altísimo, que supo ver en las cosas más triviales la magnificencia divina y
siempre tuvo la claridad espiritual de comunicarse con Jesús en el Sacramento
de la Eucaristía.
Laura fue una Seglar todo
el tiempo que las circunstancias le permitieron y sólo por obediencia organizó
la congregación de las Hermanas Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina
de Siena. Sin embargo, su trabajo apostólico hoy se proyecta con inusitada
energía y se nutre de ese carisma misionero tan especial y particular que cada
día llega a lugares más distantes y distintos. Somos Misioneros Seglares de la Madre Laura y nos sentimos
herederos de una Santa que se inició como Seglar y por Gracia divina hemos
bebido de la fuente del Carisma que nos dejó como legado incomparable y sempiterno.
Hoy, cuando su Santidad el
Papa Francisco, la ha declarado miembro del canon de los Santos, Latinoamérica
entera vibra de felicidad, de gozo, por la asunción de esta noble mujer a los
altares. Su imagen se proyecta
universalmente y la Familia Laurista
agradece infinitamente esta bendición tan especial que nuestro Creador nos ha
obsequiado. Bendito y alabado sea el nombre de Dios, Uno y Trino.
José Ontivero
Misionero Seglar
Maracaibo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario