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6/8/13


LAURA MONTOYA, PRIMERO SEGLAR, DESPUES RELIGIOSA.
 

“Somos hombres y mujeres que compartimos una vocación
de servicio y testimonio comunitario,
desde nuestras familias, profesiones y cotidianidad”

 


            Al pensar en la santidad de Laura Montoya, corremos el riesgo de asumirla como una monja de hábito gris o blanco que desgastó su vida por salvar las almas de cientos y miles de indígenas en las selvas colombianas o latinoamericanas, que tuvo un gran poder de convocatoria con un discurso y una obra convincente y atractivo para docenas de jovencitas, que se sintieran atraídas por su obra entre los mas abandonados de la sociedad, del Estado y de la Iglesia.

            Pero debemos tener en cuenta que Laura Montoya inició su peregrinar como una mujer seglar, que animó a otras seglares, para atender las carencias espirituales de los indígenas en Dabeiba. La maestra Laura abandonó todo y dio cumplimiento a la sentencia divina de Jesús de que “quien no este dispuesto a abandonar su familia y su tierra por seguirlo, no es digno de él.”, (Lc.14, 26) o aquella otra donde asegura que “quien pone la mano sobre el arado y mira hacia atrás no es bueno para el Reino de los Cielos” (Lc. 9,62).

 Laura Montoya actuó sin temor a los paradigmas sociales y religiosos de su época, sin temor a los peligros de la naturaleza en lugares inhóspitos para los citadinos de entonces. Una seglar con el vigor espiritual y la alegría en el alma, para llevar el evangelio con una tecnología desconocida para aquellos indígenas. Sin muchos conocimientos teóricos de arquitectura, ni medicina, ni comunicación social, ni, ni…, pero con una fé abrahanica. Convencida de que Dios jamás la abandonaría en esta su empresa y que las utilidades por su trabajo no las recibiría seguramente en este mundo, pero sabiendo que se estaba acumulando un tesoro en el cielo.

           
La experiencia diaria y la inspiración divina le fueron aportando a Laura unas habilidades, cualidades y aptitudes privilegiadas para asumir su misión. Laura se destacó como insigne pedagoga y andragoga, para hacerles entender a tantos hombres, mujeres y niños, todos los beneficios de su gestión evangelizadora y protectora de las culturas autóctonas en las comunidades indígenas donde se involucraba, sin dañar sus valores; respetando sus creencias y ritos, pero con la suficiente habilidad para enseñarles como reconocer al verdadero Dios, al estilo de San Pablo en el areópago.

Además, teniendo ya lejano en el tiempo y en la distancia, su experiencia con el hormiguero, Laura se manifiesta como una ecologista insigne, a semejanza de San Francisco de Asís, pero con una característica muy especial, y es que está de por medio una alianza con el mismo Dios, para no agredir nunca  las serpientes, ni que ellas le dañaran. Este pacto, Laura lo hizo extensivo a todas las fieras y a la naturaleza plena, al punto, que en un momento determinado, comprende plenamente que ante la falta de capilla y de sagrario Dios puede ser adorado en la naturaleza viva; orientando a sus compañeras en la oración activa y constante.

            También son admirables sus dotes de Psicóloga, Socióloga, entre tantas otras virtudes que Nuestro Señor le concedió para que fuese su instrumento útil entre los que nada sabían de Dios. Laura se manifiesta como una cristiana Seglar que no necesitó un hábito, ni pertenecer a una congregación o grupo religioso para aceptar el llamado divino y responder con un Sí confiado, al mejor estilo de María Santísima. Laura Montoya se nos muestra como una persona sencilla, tan común y corriente como le gustan a Dios para sus designios especiales.

 Es un ejemplo de mujer luchadora, abnegada, obediente a la jerarquía de la Iglesia de Cristo. Una seglar que se refugió permanentemente en la oración para comprender y para cumplir la voluntad del Altísimo, que supo ver en las cosas más triviales la magnificencia divina y siempre tuvo la claridad espiritual de comunicarse con Jesús en el Sacramento de la Eucaristía.

Laura fue una Seglar todo el tiempo que las circunstancias le permitieron y sólo por obediencia organizó la congregación de las Hermanas Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena. Sin embargo, su trabajo apostólico hoy se proyecta con inusitada energía y se nutre de ese carisma misionero tan especial y particular que cada día llega a lugares más distantes y distintos. Somos Misioneros Seglares de la Madre Laura y nos sentimos herederos de una Santa que se inició como Seglar y por Gracia divina hemos bebido de la fuente del Carisma que nos dejó como legado incomparable y sempiterno.

Hoy, cuando su Santidad el Papa Francisco, la ha declarado miembro del canon de los Santos, Latinoamérica entera vibra de felicidad, de gozo, por la asunción de esta noble mujer a los altares. Su imagen se proyecta  universalmente y la Familia Laurista agradece infinitamente esta bendición tan especial que nuestro Creador nos ha obsequiado. Bendito y alabado sea el nombre de Dios, Uno y Trino.

 
José Ontivero
Misionero Seglar
Maracaibo

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