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1/1/13

Madre Laura

Esta es la Historia  de una joven que dijo Si, al señor, en ella descubrimos una mujer latinoamericana  que con visión de futuro rompe estructuras, y se lanza a hacer presente el Reino de Dios en los lugares más apartados.


Laura Montoya es aquella mujer que se caracterizó por su entrega incondicional a la causa indígena y marginados. Ella te ayudará a descubrir el sentido de tu vida en el servicio a los demás 

Experiencia de mi niñez 

Cuando tenía tres años murió mi padre en defensa de la religión y de la patria 
 
Una mañana, la que llamo la más bella de mi vida me entretenía  mirando las hormigas, cuando sentí la presencia de Dios, con ternura  desconocida. Desde entonces. Él llenó mi vida.
 
Desde los siete años comencé a gustar de la presencia de los pobres, les llevaba lo que me daban y lo que conseguía para ellos



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Mi encuentro con Jesús en la Eucaristía
 
Hacia un oficio en compañía de mi madre, ofreciéndolo a Dios, hice la comunión espiritual y en ese momento comprendí como Jesús está en la Hostia .




Travesura para comulgar
Desde aquel día tuve hambre de comulgar y como vivía lejos del pueblo salía muy por la mañana  con mi hermano Juan a Comulgar...
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Datos Biográficos.

Laura Montoya Upegui, nació en Jericó, Antioquia, el 26 de mayo de 1874, en época de guerras fratricidas entre los colombianos.

Sus padres Juan de la Cruz y Dolores, le  enseñaron con su ejemplo el camino hacia Dios. Criada en un ambiente cristiano pero en medio de pobreza y privaciones. Obtuvo el título de maestra y su profesión la ejerció entre la juventud y la niñez de algunos pueblos antioqueños y finalmente en Medellín.

Probó la persecución de buenos y malos, la injusticia y la calumnia, el desprecio de la sociedad. Supo perdonar a todos, orar por ellos y amar a los que le hacían mal. Es
Guiada por Dios, dedicó toda su vida a la evangelización entre los más necesitados de Fe y amor.

Murió  en Medellín, el 21 de octubre de 1949. Su fama de santidad fue reconocida por todos. Hoy la Iglesia la coloca como modelo de Misionera universal, dándole el título,  de  BEATA LAURA MONTOYA.



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TESTIMONIO DE UNA VIDA POBRE

MADRE LAURA.   MISIONERA

Hna. Mariela Mejía U.
 
En la Beata Laura Montoya, la vocación para el trabajo misionero con los indígenas, nace de una fuerte experiencia de Dios como Padre:

v  1907- Una vez como que me encontré con la Paternidad de Dios.…

v  Comprendía con una luz deslumbradora, la adopción de los hombres como hijos de Dios.

v  Me dejó tal conocimiento este Misterio que me parecía verlo…

v  Otra vez me vi en Dios y como que me arropaba con su Paternidad haciéndome Madre del modo más intenso de los infieles…Desde aquello los tuve como si se formaran en mí hijos.. desde entonces los llamé mi LLAGA.    (Año 1907) p. 211.

Por estos  hijos del alma dedicará la totalidad de su existencia, para que también ellos lleguen a formar la familia de Dios.

De esta experiencia nace una fuerza que la impulsa a buscar por todos los medios la realización de la obra a favor de los indígenas. 

Se siente enviada, pero no ve claro cómo dar respuesta en una época en que la evangelización la realizaban solamente los hombres.

v  1909.  Hice propósito a manera de voto, de pasar por encima de todos los sacrificios imaginables para llegar a realizar la obra de los indios.. ( 237)
       
v  Un solo dolor y una sola aspiración había en m vida: DIOS ULTRAJADO  Y NO CONOCIDO Y MI ANSIA POR DARLO A CONOCER  era lo que se agitaba en mi alma desolada.

v  Era la desolación de MI DIOS DESCONOCIDO. (238)

Su alma quedó definitivamente consagrada  a la Gloria de Dios.  Debía trabajar con todas sus fuerzas para hacer conocer y amar a Dios de todos los hombres.

Laura experimentó que el mismo Dios la enviaba a los pobres, los despreciados, los menos útiles a los ojos del mundo, como eran los indígenas en ese tiempo.  Experimenta la misericordia de Dios, que tiene entrañas de madre cariñosa.
Pensaba en la desdicha de los infieles que no lo conocen y su corazón se llenaba de amargura. Laura deseaba darles a conocer la ternura de Dios como ella la experimentaba cuando escribe: ¿Quién es más que Dios? Ella responde: Un Dios-Madre, compasivo y misericordioso.

De 1910 a 1914 es una época de fuerte preparación para realizar su Ideal de salir  para Dabeiba con un grupo de señoritas, como  CATEQUISTAS DE LOS INDIOS.

La situación del indígena era muy difícil. Se les tenía como salvajes e incapaces de aprender. Muchos decían que ni siquiera tenían alma. Eran maltratados por algunos colonos que les robaban sus tierras y atropellaban su cultura. En muchos lugares como en el Amazonas, esclavizados y torturados por las compañías que extraían el  caucho.

1914 - El 4 de mayo de 1914 apoyada por el obispo, Maximiliano Crespo, LAURA sale de Medellín,  con cinco señoritas, acompañadas por su madre, doña Doloritas Upegui.

Llegan a esa población el 14 y empieza LA GESTA MISIONERA MÁS GRANDE QUE SE TENGA NOTICIA, EN MANOS DE MUJERES.

Cuando el señor presidente de la República, Dr, Carlos E. Restrepo le dice: Para mi los indios de Antioquia son irreductibles, ella le contesta: Así los califican todos… pero yo considero que donde el valor no puede nada, le queda la victoria a la debilidad, entre los débiles y pequeños, el triunfo está reservado a la mujer. ( 285)

Palabras proféticas: era necesario que la evangelización que había sido un fracaso cuando fue realizada por hombres, estuviera en ese momento en manos de mujeres frágiles. Según dice Laura:

v   Dios había guardado en nuestro corazón un elemento desconocido para los indios: el AMOR Y LA TERNURA.

 Ellos necesitaban sentir el amor, la ternura, el respeto y la atención que las hermanas les brindaban.

De esta manera de enseñar tan desconocida para ellos mismos y para los blancos que se escandalizaban del trato que las Hermanas daban a los indios, Laura inició la evangelización con una nueva pedagogía: La Pedagogía del amor.

Dios bendijo abundantemente esta obra e hizo posible lo imposible: Dignificar la condición del indígena   y elevarlo  hasta Dios por el Evangelio.

FORMACION PARA LA MISION

La formación de las primeras misioneras no fue fácil. Ellas debían convivir con el indígena, compartir con ellos sus necesidades y angustias. Aprender su lengua, defender sus tierras, recuperar tradiciones de la cultura, elaborar diccionarios, catecismos, dar a conocer al mundo el valor y la dignidad de un pueblo.

Era necesario que estuvieran enamoradas de Dios y  con sed de darle gloria y hacerlo conocer y amar hasta los confines del mundo.

Debían mostrar a Dios  con su palabra y su vida y ser mujeres  que vivieran el Evangelio, totalmente llenas de Dios por la oración. Mujeres  pobres, humildes, abnegadas, intrépidas, llenas de fortaleza para poder sortear peligros de selvas y ríos embravecidos.

Vivir unidas a María, y tenerla como madre, maestra y guía de las misioneras. Ella sería la acompañante, la verdadera misionera.

Las “aprendices de misioneras” realizaron su formación, no encerradas en una casa construida a propósito, sino montadas en la mula o en la canoa o simplemente en camino hacia la casa del indio enfermo o desprotegido, para llevarles la luz de la esperanza en Cristo.

Misioneras de temple heroico acostumbradas a todas las privaciones y durezas de su quehacer apostólico.


ESPIRITUALIDAD DE LAURA MONTOYA

Llamada para realizar grandes cosas en la Iglesia, Laura fue un alma privilegiada: a los 7 años tiene su primer encuentro místico que le dio un conocimiento muy grande Dios,  le llenó el corazón y la enamoró para siempre  Exclama: “Dios entraba en mi silencio. ¡Era dichosa!”

Quería ir derecha al cielo “como bala de cañón.” Deseaba hacer en todo la voluntad de Dios, como programa de santidad.

Decir al Señor siempre sí, aún en medio de sacrificios heroicos y persecuciones por causa de su  apostolado y manera diferente de ser religiosa misionera.
  El Espíritu Santo le concedió abundantes gracias especialmente un amor fuerte, quemante que traspasó su alma y todo su ser, para dedicarse exclusivamente al amor.

Mujer contemplativa, aún cabalgando en su mula o en una frágil canoa, en casa o en viajes peligrosos. Nos dice:“Me parecía que mi ser se quemaba, se encendía en un amor de adoración…”(481)

Con un abandono total y confiado en Dios, fruto de  su Fe profunda, escribe:

“Y cómo no echarse uno cuando nada puede y tiene un tan buen almohadón cual es el brazo de Dios?  Seguridad, paz, descanso, perdimiento, suavidad de cielo, siente mi alma. Qué posición tan dulce. Todo a los pies de vuestra misericordia infinita”.

Su espiritualidad es cristocéntrica: Jesús es su amigo, su alimento en la Eucaristía, es su maestro y modelo. Seguirlo significa pensar como él, amar como él, hablar como él, perdonar como él y obrar como él.  Como es su íntimo amigo le dice: Yo conozco vuestro corazón y Vos el mío y vea aquí el mundo nuestra amistad. ¿La habrá semejante?”

En ese horno de amor divino se encendió el fuego de su ardor misionero, que la llevó a comprometerse en su ardua  tarea apostólica.

En su oración, su mirada se fija en Jesús crucificado, para reproducirlo en su vida. Al pie de la cruz aprende la ciencia del sacrificio, de la entrega total, de la solidaridad.

A imitación de su Dios crucificado, tiene como lema “Tengo sed”. La quinta palabra de Jesús en la cruz, la lleva a buscarle amadores a Dios, entre aquellos que no le conocen: los indígenas, morenos e ignorados de la sociedad. Exclama: “Dos sedientos Jesús mío: Tu de salvar las almas y yo de saciar tu sed. ¿Qué nos detiene pues?”

 Amor ardiente a su madre  María. La ama con ternura, con sencillez. “Madre, yo no soy huérfana porque te tengo a Ti que eres más que  madre. Pero los pobres indios están huérfanos y me parten el alma. ¿No querrás ser su madre?”

“Cuando he sufrido mucho, ella se me parece a una sonrisa que me alumbra en el dolor”. A ella le entregó la obra apostólica con el nombre de Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena.

Vive en la Iglesia y la ama entrañablemente, su  profundo anhelo es dilatar sus fronteras.

 La Jerarquía, los sacerdotes y seminaristas eran objeto de su gran veneración y aprecio. “Miren la Santa Sede y la Jerarquía eclesiástica como el asiento de la sabiduría de Dios.”-

 Laura,  Escritora

La Madre Laura fue mística sublime, misionera universal de avanzada y escritura fecunda.

 Sus escritos místicos nos dan a conocer la profundidad de su encuentro con Dios y en sus amenas narraciones nos cuenta la cultura y características de los indígenas con quienes trabajó.

 Su Autobiografía es el retrato de su vigorosa personalidad y  la fecunda acción de Dios en el alma de Laura, mujer privilegiada del Espíritu.

Dio a conocer su obra en cartas publicadas en los periódicos de su época, hoy recopiladas con el nombre de: Cartas Misionales.

Sus cartas a las autoridades eclesiásticas y civiles, a las personas amigas y a las Hermanas de la Congregación, son más de 2.000.




La Beata Madre Laura Montoya, en su experiencia como educadora propone algunos fines específicos para tener en cuenta en la educación:


"Bendito son los pobres, benditos los pequeños"
La infancia de la Madre Laura está marcada  por una atmósfera de pobreza, desde el inicio Dios fue preparándola para que más tarde respondiera con toda generosidad  a la misión encomendada.
El deseo de la mayor perfección y la vivencia de la pobreza la llevaba a cuidar de las cosa y a no gastar nada inútilmente.

Siempre fue su preocupación no dejarse envolver por una vida cómoda, aristocrática, por lo que pidió a su confesor le permitiera hacer votos por devoción de castidad, pobreza, obediencia y humildad. En el voto de pobreza se comprometía a no disponer nada de lo que ganaba sino entregarle todo a su madre, sometió toda su voluntad a ella eligiendo siempre lo más pobre y malo, no hacía gastos superfluos que superasen la necesidad de los pobres, pues a ellos había que preferirlos..

Desde los inicios de la Congregación esta virtud y voto se practicó siempre en grado más absoluto, para la Madre Laura “El día mas feliz era cuando no tenían propiamente nada para comer. y sus religiosa iban a decirles que propiamente ese día no tenían que comer ni que comprar, ella se llenaba de alegría y les decía que estuvieran tranquilas porque Dios no les faltaría ni se olvidarán de ellas”  la Madre Laura proponía a  sus hijas a ser muy exactas en la vivencia de la pobreza y sencillez de vida que son como la nota que mejor muestra  este Espíritu de vida interior que caracteriza a la Congregación y que es lo más urgente para conseguir la salvación de los Indígenas, negros y excluidos. Seamos sencillas y pobres por espíritu de celo. Ya que el espíritu de pobreza de una misionera de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena, debe ser en grado mayor. Por lo tanto debemos inclinarnos siempre a buscar lo más pobre, lo más bajito, a vivir con sencillez como viven los pobres en la simplicidad del espíritu, desapego y disponibilidad a la voluntad amorosa del Padre. Esta virtud nos hace transparentes y sinceras.

TEXTO PARA LA REFLEXION

La realidad que vivimos tiene serias consecuencias para la vida religiosa hoy. Diariamente nos confrontamos con una sociedad empobrecida, violenta, insegura, donde la dignidad del ser humano no se valora, el sentido de la vida se ha perdido traduciéndose en guerras, desplazamiento, muertes, violación de los derechos humanos, donde los pobres son cada día más y no cuentan para este sistema, contrariando el plan de Dios de que todos tengamos vida y vida en abundancia.
(Jn.10, 10)

La Madre Laura continúa siendo hoy una voz profética e interpelante para la Vida Consagrada y la Iglesia en la vivencia radical de la pobreza, en el contacto directo con los más pobres.
En este proceso de revitalización es urgente volver  continuamente a la fuente originarias de un espíritu de pobreza  que nos devuelva la alegría  libertad de espíritu que nos que no se convierte en una simple renuncia que quita el derecho de poseer lícitamente para convertirse en liberación que realiza trascendiendo ataduras egoístas y que permite dar rienda suelta a las aspiraciones más nobles de la generosidad del cristiano como servicio y entrega de sí mismo por amor..

ILUMINEMOS NUESTRA REFLEXIÓN

Carisma 257., 257, 259, 62.
Dir. Tomo I 829.
Aut.. 291,3; 803,7
Circ. 48
Mt. 5, 1-12

TRABAJO  INDIVIDUAL Y COMUNITARIO

¿Qué experiencia de la Madre Laura nos ayuda a vivir el verdadero espíritu de pobreza en este proceso de revitalización?
¿De qué manera hemos renovado nuestra opción por Cristo pobre?
¿Cómo debe ser la formación que de continuidad a este espíritu de pobreza?
¿Que experiencia tienes de la vivencia de la pobreza y de qué manera te va ayudando a fortalecer tu vocación?

CELEBREMOS

En una celebración comunitaria retomar los signos de vitalidad que a partir de la reflexión haya resaltando más, ponerlo por escritos en un letrero y colocarlos junto con una vela encendida

COMPROMISO PERSONAL Y COMUNITARIO



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NUESTRA FUNDADORA Y LA EDUCACIÓN

1        Pasar de un modelo frontal a un modelo de convivencia colectiva de autoaprendizaje cooperativo.

2        De una educación centrada en el saber a una que se centre en la persona, en su cultura y en la comunidad.

La Madre Laura Montoya en su método práctico teórico fue promoviendo el cambio cultural, fortaleciendo la autorregulación social y la participación generosa.

Se puede considerar en la metodología utilizada por la Beata Madre Laura, unidad entre evangelización y promoción humana, la inserción dentro de la cultura contribuyendo así a la espiritualidad misionera.

La Madre Laura utilizó la pedagogía del amor, pasó el mayor tiempo posible con los indígenas, los escuchó y los hizo experimentar que los amaba, que valían mucho. Los trató como seres importantes que eran, como a hijos del alma. Tenía claro que para trabajar con los indígenas era necesario estar con ellos, llevar su misma vida, porque supérarlos en la manera de vivir era alejarlos de alguna manera.

El testimonio de la Madre Laura como maestra de indígenas es un reto para cualquier educadora o educador, del grupo humano que sea, porque se basa en los principios fundamentales de la educación: AMOR Y RESPETO
“Los maestros hábiles hacen falta al mundo y la mayor habilidad, no es la que se consigue en los libros, pues amar a Dios vale más que todas las ciencias juntas”.

“Ejercer la profesión de maestras con responsabilidad, dignidad, pedagogía y espiritualidad”.

“EI maestro como el sol expande por donde sea luz y calor”.
Entendemos por hombre al grupo humano que recibe la acción evangelizadora de la Congregación, posibilitándoles un desarrollo integral. Por ello, el hombre es la referencia del ser en abstracto reconocido con potencialidades humanas y divinas que desde el entorno se le permite el desarrollo.

Valoramos la persona humana como hijo de Dios,  dotado de libertad, inteligencia,  voluntad; capacidad de amar y de trascendencia; ésta es la máxima dignidad del SER y se hace presente  aún en la persona que por sus errores y limitaciones, es Marginalizada y despreciada por la sociedad.

La Beata Madre Laura, tuvo que contar con el desprecio que la cultura dominante tenía para el grupo con el cual inició la obra: “Hicimos servir comida en hotel para cuantos indios llegaban. Esto y que los sentáramos en la mesa con nosotras causó suma extrañeza al pueblo entero, que no quería abandonar el hotel para ver aquello tan raro. Todos decían: Si son animales, cómo los sientan a la mesa?...” (Autobiografía, Pág. 316).

Igualmente los indígenas pensaban que no tenían alma y fácilmente se comparaban con  un perro, una vaca ... “Para que me convenciera de su imposibilidad para aprender,  me decían que enseñara también a los perros o a las vacas y que si dichos animales aprendían, ellos también lo hacían, porque Dios los había creado iguales; pero que si ellos no aprendían era injusticia de Dios que les mandara a aprender” (Cfr. Cartas Misionales Pág. 131).

En la sociedad se encuentran pueblos organizados en clases sociales que  vivencian su cultura y se relacionan con los demás desde  los propios saberes; por ello, entendemos por sociedad la capacidad  que tiene el ser humano para proyectarse e interrelacionar acciones que le permiten crear, construir, analizar y sistematizar; para determinar caminos estratégicos que van  en bien de la misma.

Para la Madre Laura no existían clases sociales: “En vista de los favores que Dios concedía al pueblo... determinaron los señores de la autoridad hacernos una casa y con tanto gusto la empezaron; era un encanto como estaban de contentos porque iban a colocar muy bien a las hermanas. Al entregarnos la casa nos pusieron la expresa condición  de que no habían de estar en ella los indios... Con qué caben las madres y no los hijos?... Sin titubear les di las gracias del mejor modo posible y rehusé  la oferta a causa de la condición...”  (Cf. Aut. 2ed. Pág.:440).


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